El centro de la navidad son los regalos. Antes de que se ponga a mandar mensajes de odio y trate de rastrearme a través de mi IP para matarme, déjeme hacer una distinción. Existe la “Navidad” y la “navidad”. La Navidad con mayúscula es la fiesta religiosa cristiana, mientras que la otra navidad es la de nosotros las personas. Dicho lo anterior, trate de corregir la frase con la que empezamos: el centro de la navidad son los regalos. Inténtelo, verá que es inútil. En el fondo de su corazón, aunque disfrute la compañía de las fiestas, la algarabía de las fiestas, la comida en las fiestas y las cosas que puede recordar después de una fiesta, existe ese instinto infantil que desea despertar el día de navidad y correr al árbol a abrir los regalos que aquél hombre de barba blanca y sus duendes del Polo Norte habían fabricado. Cuando se crece, uno se da cuenta de que Santa Claus no existe, de que los duendes podrían demandarlo por tenerlos en condiciones de esclavitud y que toda la celebración es una ilusión creada por los industriales victorianos para elevar sus ventas en una época en la que no se necesitaban ni juguetes ni adornos, pero de todas maneras se mantiene esa primitiva esperanza inconsciente, de la misma manera que se siguen creando automóviles que usan gasolina, con la primitiva esperanza inconsciente de que el petróleo jamás se acabará.
Ante esta verdad incuestionable, es totalmente incomprensible que corazones insensibles deseen satisfacer las inocentes esperanzas de incautos con un inservible juego de plumas o un incómodo suéter. La idea de que el detalle es lo que cuenta es sabia en el sentido de que un regalo, por pequeño que sea, es bueno, pero en ningún momento dice que un regalo pueda ser algo que de cualquier manera se tenía que comprar. Es una cachetada con guante blanco, como regalar una batidora a una señora en el día de las madres. Mucha gente comete este error al no ocurrírsele nada para regalar. Este post no tratará de reemplazar la obviedad de preguntarle al que se le va a regalar algo lo que le gusta, puesto que esa es la mejor manera de obtener información, sino que simplemente dará unas directivas sencillas para situaciones desesperadas (mayoritariamente intercambios de regalos a personas que le son desconocidas a uno, o compras de pánico):
1.- El regalo no debe ser utilitario
La regla de oro de la navidad es la superficialidad. Los japoneses lo han entendido muy bien, y celebran esta fecha aunque su cultura es mayoritariamente budista-sintoísta. Esta regla implica que no debe tratar de comprar cosas como ropa o enseres. El regalo navideño ideal es aquel que no sirve para nada en la vida cotidiana, sino que apela a instintos más básicos como la apreciación de la belleza por el placer que esto provoca, o las fantasías más aberrantes.
2.- El regalo debe perdurar
Si el detalle es lo que cuenta, lo menos que se desea es que se olvide. Un regalo eterno, que ocupe un lugar en la casa de un amigo o familiar, será siempre un tema de conversación, y una excusa para reprochar la comida que se tome del refrigerador sin permiso.
3.- El regalo debe apelar a los instintos básicos
Ya se dijo en el punto uno, pero es importante recalcarlo: el regalo debe apelar a los instintos básicos. Recuérdelo: instintos básicos. Cosas como el ansia de superioridad, el deseo carnal y el sentimentalismo deben ser tomados en cuenta a la hora de adquirir un bien o un servicio.
Comodín: El regalo no tiene que ser caro
Este post podría parecer una exaltación al consumismo, pero no es así. La idea de que más es mejor no es la adecuada al comprar un regalo en una ocasión desesperada, en parte porque, después de todo, es navidad y uno tiene que guardar dinero para sí mismo, y en parte porque cuando se llega a la ocasión desesperada ya no se tiene mucho dinero para gastar.
Ejemplo: Si usted va a regalar algo, y tiene que escoger entre un libro, un pantalón y una caja de chocolates, serán ordenados en la siguiente forma:
Los chocolates pueden parecer lo suficientemente superfluos, puesto que hay alimentos más eficientes, mas sólo apelan al instinto primario de la alimentación, que debe satisfacerse de todas maneras. En caso de guerra nuclear, de acaparamientos o una tarde de flojera, los chocolates serán consumidos de cualquier manera, y al terminarse, se esfumarán de la faz de la tierra, y con ellos el sentimiento de agradecimiento que pudieron haber causado. Unos pantalones son mucho mejor regalo que una caja de chocolates, pues no hay nada que estimule el sentimiento de superioridad ante la tribu que un pedazo de tela nuevo, fragante y lustroso que se pueda exhibir en público, más se corre el riesgo de ser ridiculizado por aferrarse a un objeto como ese, además de que es utilitario, lo cual viola el apartado 1, además de que un pantalón no dura décadas: a lo sumo uno o dos años, antes de convertirse en un artículo desgastado que pone en vergüenza a su portador y le hace sentir un horrible sentimiento de rabia hacia el que le regaló esta prenda tan obscenamente pasada de moda. El libro es un gran regalo: fundamentalmente superfluo, apunta a los deseos de autosuperación, los más elevados de cualquier persona. Un libro no tiene que ser caro, puede durar décadas acumulando polvo para nuestro beneficio (además de que puede tener una dedicatoria, útil en discusiones que involucren reproches), y lo más importante: no tiene que ser útil. Simplemente busque uno que tenga cosas de fantasía o que haya visto en alguna lista de los más vendidos. Evite los de superación personal: no son útiles en absoluto, pero dan esa impresión. Un libro para un adulto puede convertirse en lo que es un juguete para un niño: un modo de sentirse superior ante los otros niños, que es básicamente la función de los regalos de navidad. Para el que escribe, es el mejor regalo, aparte de un juguete de verdad. Si usted tiene una idea de un mejor regalo, por favor compártala, recordando las reglas:
1.- No debe ser utilitario
2.- Debe perdurar
3.- Apela a los instintos básicos
Comodín: no tiene que ser caro.
(Se solicitan ideas pronto: todos de seguro tenemos intercambios de regalos)
Ante esta verdad incuestionable, es totalmente incomprensible que corazones insensibles deseen satisfacer las inocentes esperanzas de incautos con un inservible juego de plumas o un incómodo suéter. La idea de que el detalle es lo que cuenta es sabia en el sentido de que un regalo, por pequeño que sea, es bueno, pero en ningún momento dice que un regalo pueda ser algo que de cualquier manera se tenía que comprar. Es una cachetada con guante blanco, como regalar una batidora a una señora en el día de las madres. Mucha gente comete este error al no ocurrírsele nada para regalar. Este post no tratará de reemplazar la obviedad de preguntarle al que se le va a regalar algo lo que le gusta, puesto que esa es la mejor manera de obtener información, sino que simplemente dará unas directivas sencillas para situaciones desesperadas (mayoritariamente intercambios de regalos a personas que le son desconocidas a uno, o compras de pánico):
1.- El regalo no debe ser utilitario
La regla de oro de la navidad es la superficialidad. Los japoneses lo han entendido muy bien, y celebran esta fecha aunque su cultura es mayoritariamente budista-sintoísta. Esta regla implica que no debe tratar de comprar cosas como ropa o enseres. El regalo navideño ideal es aquel que no sirve para nada en la vida cotidiana, sino que apela a instintos más básicos como la apreciación de la belleza por el placer que esto provoca, o las fantasías más aberrantes.
2.- El regalo debe perdurar
Si el detalle es lo que cuenta, lo menos que se desea es que se olvide. Un regalo eterno, que ocupe un lugar en la casa de un amigo o familiar, será siempre un tema de conversación, y una excusa para reprochar la comida que se tome del refrigerador sin permiso.
3.- El regalo debe apelar a los instintos básicos
Ya se dijo en el punto uno, pero es importante recalcarlo: el regalo debe apelar a los instintos básicos. Recuérdelo: instintos básicos. Cosas como el ansia de superioridad, el deseo carnal y el sentimentalismo deben ser tomados en cuenta a la hora de adquirir un bien o un servicio.
Comodín: El regalo no tiene que ser caro
Este post podría parecer una exaltación al consumismo, pero no es así. La idea de que más es mejor no es la adecuada al comprar un regalo en una ocasión desesperada, en parte porque, después de todo, es navidad y uno tiene que guardar dinero para sí mismo, y en parte porque cuando se llega a la ocasión desesperada ya no se tiene mucho dinero para gastar.
Ejemplo: Si usted va a regalar algo, y tiene que escoger entre un libro, un pantalón y una caja de chocolates, serán ordenados en la siguiente forma:
Chocolates < Pantalón < Libro
Los chocolates pueden parecer lo suficientemente superfluos, puesto que hay alimentos más eficientes, mas sólo apelan al instinto primario de la alimentación, que debe satisfacerse de todas maneras. En caso de guerra nuclear, de acaparamientos o una tarde de flojera, los chocolates serán consumidos de cualquier manera, y al terminarse, se esfumarán de la faz de la tierra, y con ellos el sentimiento de agradecimiento que pudieron haber causado. Unos pantalones son mucho mejor regalo que una caja de chocolates, pues no hay nada que estimule el sentimiento de superioridad ante la tribu que un pedazo de tela nuevo, fragante y lustroso que se pueda exhibir en público, más se corre el riesgo de ser ridiculizado por aferrarse a un objeto como ese, además de que es utilitario, lo cual viola el apartado 1, además de que un pantalón no dura décadas: a lo sumo uno o dos años, antes de convertirse en un artículo desgastado que pone en vergüenza a su portador y le hace sentir un horrible sentimiento de rabia hacia el que le regaló esta prenda tan obscenamente pasada de moda. El libro es un gran regalo: fundamentalmente superfluo, apunta a los deseos de autosuperación, los más elevados de cualquier persona. Un libro no tiene que ser caro, puede durar décadas acumulando polvo para nuestro beneficio (además de que puede tener una dedicatoria, útil en discusiones que involucren reproches), y lo más importante: no tiene que ser útil. Simplemente busque uno que tenga cosas de fantasía o que haya visto en alguna lista de los más vendidos. Evite los de superación personal: no son útiles en absoluto, pero dan esa impresión. Un libro para un adulto puede convertirse en lo que es un juguete para un niño: un modo de sentirse superior ante los otros niños, que es básicamente la función de los regalos de navidad. Para el que escribe, es el mejor regalo, aparte de un juguete de verdad. Si usted tiene una idea de un mejor regalo, por favor compártala, recordando las reglas:
1.- No debe ser utilitario
2.- Debe perdurar
3.- Apela a los instintos básicos
Comodín: no tiene que ser caro.
(Se solicitan ideas pronto: todos de seguro tenemos intercambios de regalos)
2 comentarios:
Yo por eso... ¡Un Wii!
Apela al instinto básico de diversión sana, perdura un chingo (o eso nos dijo Greenpeace hace poco con eso de que las materias primas de Nintendo no son nada ecológicas) y, de nuevo, apela a mi instinto básico.
Nah, ya en serio... no sé, no sé. No concuerdo del todo contigo
Creo que si tienes razón en lo de los regalos y la navidad (no hay que hacerse pendejos), pero tampoco creo que sea el único y total eje de la "navidad", sino que involucra otros elementos, ya sea en mayor o menor medida. Pero si, una "navidad" sin regalos no es navidad.
Lo de los tres puntos (y el comodín) creo que también es algo subjetivo, y que corresponde muchísimo mas a la "Navidad" que a la "navidad, porque en esta último lo cabrón es ser medio frívolos a la hora de regalar. Total, los principales en recibir regalos son los niños y ellos no lo saben a apreciar, y a los adultos les encanta sentirse como niños en navidad.
Cuestión de enfoque: esta es una guía para personas desesperadas que buscan un regalo, y si te saltas el comodín, puedes ser tan frívolo como tu cartera te lo permita. Aparte son directivas para adultos que quieran seguir sintiéndose como niños en navidad, y eso sólo se logra con regalos.
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