Nosotros en Flaigrod, como miembros de la Comunidad Internacional Proletaria y del Partido Nacional por la Democracia y la Justicia Social abominamos las injusticias del capitalismo, ese ruín sistema económico-político-social que pisotea los derechos de los trabajadores, provoca la destrucción de nuestro planeta por su inherente voracidad, y distorsiona la vida de los seres humanos libres al convertir todo lo que conocen en simples transacciones monetarias. Esto último es lo que más me enfurece. Diario, en mis recorridos por la jungla de asfalto (aunque aquí en Mazatlán más bien es sabana o marisma) veo cómo el Capital se interpone en el camino de la felicidad humana. La búsqueda de la plusvalía se convierte en una obsesión, un monstruo que destruye nuestra capacidad de voltear a ver el sufrimiento de otros. Para muestra un botón:
Se tiene que ser una persona sin escrúpulos para poner un bar a unos doce pasos de un centro de Alcohólicos Anónimos. O un capitalista que no puede desaprovechar la oportunidad de poner un negocio en una zona idónea para ello: esta foto fue captada en plena zona turística. Y en el caso de que el bar hubiera estado allí antes, no dudo que debamos achacar esta situación al Capital. Porque no me imagino que una persona en su sano juicio ponga un grupo de ayuda a tan poca distancia de un antro de tentación. En todo caso, las limitaciones económicas que tienen estas asociaciones juegan en su contra, teniendo que ocupar los espacios que puedan, aunque sea allí, en el foco principal de consumo de bebidas embriagantes.
A pocos pasos de ese lugar me encontré con otro ejemplo de cómo los grandes acumuladores de dinero juegan con nuestras vidas como si nos tratáramos de ciudadanos del SimCity. Un testimonio más de la burbuja inmobiliaria que ha postrado a la economía en la peor de las crisis desde la de 1929. Y es que cuando las burbujas explotan, los ciudadanos de a pie son a los que les salpica el jabón en los ojos:
Vean cómo una casa de tres recámaras se ha devaluado hasta extremos ridículos. Los bienes tangibles tienen un valor ínfimo en esta economía enferma, más preocupada por jugar con cifras desplegadas en un monitor en Nueva York o Hamburgo que en el bienestar de la humanidad. Vean también la maquiavélica forma en la que los adorarores de Kap-Eh-Taal destruyen las oportunidades de la gente común al negarles la educación que podría darles las armas para poder salir de su estado de servidumbre. Pero no más. Aquí en Flaigrod el proletario tendrá siempre un amigo. ¡Hasta la victoria siempre!
2 comentarios:
El dueño del bar Sal si puedes es el mismo que el del restaurante donde mi papá trabaja... a lincharlo!
En el Socialismo no usamos métodos así de primitivos. Con quitarles todas sus propiedades y mandarlos a cavar zanjas 30 años nos conformamos.
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