Luego lo completo, pero en otro post. Sirva esto para hacer constar que no muero los fines de semana.
Estoy leyendo un libro muy interesante: Cántico por San Leibowitz. Trata, a grandes rasgos, de que la guerra nuclear y el caos derivado de ella destruyeron a la civilización, y una orden de monjes se la pasa atesorando los restos de ella en las bodegas de su monasterio. Es una perspectiva triste. Allí están los monjes, tratando infructuosamente de encontrar significado a textos de un mundo muerto, copiando planos que para ellos no tienen el menor sentido, pero que tal vez serán valiosos. La vida de los seres humanos devuelta a la edad media. Ya he escrito del fin dos veces, pero eso fue antes de toparme con esta historia. En un tramo dicen que todos los que eran científicos o tenían algún conocimiento superior fueron exterminados por ser parte de la elite que trajo al “diluvio de fuego”. En la vida simple, de todas maneras, no se necesitan mecánicos (no hay máquinas), electricistas (no hay electricidad), maestros (no hay ciencia), abogados (las disputas se resuelven con el jefe o con cuchillos), y mucho menos programadores (no hay “máquinas analíticas”). ¿Qué futuro nos esperaría a nosotros, los hijos de la Matrix, en un mundo así? Cuando todas las gasolineras hubieran sido vaciadas, todas las latas consumidas, todas las baterías agotadas, todas las balas disparadas, ¿qué nos quedaría? Arar la tierra, tener decenas de hijos, cantar a la luz de las fogatas o atarragarse de pez globo hasta morir. Ir a cazar al caribú. Y cuando el último de nosotros (entendido como “nosotros” los que sabemos qué era la luz eléctrica o los bolígrafos) se haya ido, el mundo de verdad volverá a la oscuridad, y a la antigua eternidad. En el libro se usa mucho que en un párrafo transcurran años. A eso se reduce la vida, a unos pocos momentos luminosos en medio de extensiones gigantescas de rutina, aunque a decir verdad, mucha gente ve su propia vida así en este mismo instante.
Estoy leyendo un libro muy interesante: Cántico por San Leibowitz. Trata, a grandes rasgos, de que la guerra nuclear y el caos derivado de ella destruyeron a la civilización, y una orden de monjes se la pasa atesorando los restos de ella en las bodegas de su monasterio. Es una perspectiva triste. Allí están los monjes, tratando infructuosamente de encontrar significado a textos de un mundo muerto, copiando planos que para ellos no tienen el menor sentido, pero que tal vez serán valiosos. La vida de los seres humanos devuelta a la edad media. Ya he escrito del fin dos veces, pero eso fue antes de toparme con esta historia. En un tramo dicen que todos los que eran científicos o tenían algún conocimiento superior fueron exterminados por ser parte de la elite que trajo al “diluvio de fuego”. En la vida simple, de todas maneras, no se necesitan mecánicos (no hay máquinas), electricistas (no hay electricidad), maestros (no hay ciencia), abogados (las disputas se resuelven con el jefe o con cuchillos), y mucho menos programadores (no hay “máquinas analíticas”). ¿Qué futuro nos esperaría a nosotros, los hijos de la Matrix, en un mundo así? Cuando todas las gasolineras hubieran sido vaciadas, todas las latas consumidas, todas las baterías agotadas, todas las balas disparadas, ¿qué nos quedaría? Arar la tierra, tener decenas de hijos, cantar a la luz de las fogatas o atarragarse de pez globo hasta morir. Ir a cazar al caribú. Y cuando el último de nosotros (entendido como “nosotros” los que sabemos qué era la luz eléctrica o los bolígrafos) se haya ido, el mundo de verdad volverá a la oscuridad, y a la antigua eternidad. En el libro se usa mucho que en un párrafo transcurran años. A eso se reduce la vida, a unos pocos momentos luminosos en medio de extensiones gigantescas de rutina, aunque a decir verdad, mucha gente ve su propia vida así en este mismo instante.
1 comentario:
La vida es nacer, comer, crecer, coger, morir. La vida estrictamente hablando es basicamente cualquier verbo ejecutado sin justificación práctica.
El ser humano es una especie animal.
El "mundo" no es más que un planeta entre trillones.
La rutina es un patrón, en una línea de tiempo lo suficientemente amplia, todo se convierte en patrón.
La felicidad debe de ser posible idealmente e imposible practicamente para que de todas estas circunstancias tan deprimentes existan personas (no todos los seres humanos son personas, ni siquiera son todos individuos)(posiblemente existan personas que no sean seres humanos)
Creo que todo esto es cierto.
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