Por alguna extraña razón, me recuerda a Morrowind.
El viernes fui a ver la película del petróleo. Como prometí, no dije su nombre: simplemente le pedí a la de la taquilla un boleto para la sala 5.
- ¿Petróleo? – dijo ella con la voz típica de los empleados de mostrador
- Sí – dije yo con la voz típica de los tipos que quieren matar a los empleados de mostrador por mancillar las cosas que causan admiración.
- $30 – dice ella con el tono de las personas que quieren escapar de un agujero infecto, pozo de mediocridad (creo que le estoy dando mucho crédito a la señorita)
Mientras abro mi cartera, pienso en eso de que en los cines nos dan las entradas más baratas de lo que cuestan en realidad, y que los dueños ganan a través de la gente que compra 2000 unidades de colesterol y 500 mililitros de ácido fórmico en forma de ULTRA KOMBO! En el momento en el que paso indiferente por la fuente de sodas (oigan, no vengo a comer al cine, vengo a ver la película. Aparte no traigo dinero) me siento todo un hacker del mundo material. Eso, la película que voy a ver, ser el primero en entrar a la mega-sala, solo como un perro, todo eso junto me hace parecer un ser pedante, el más pretencioso del universo, ¿no lo creen así? No se preocupen, se pone mejor: en el iPod traigo un libro, y no es nada de Dan Brown ni de J.K. Rowling. Ni siquiera de Asimov. Es un estudio profundo a la psicología de la historia mexicana escrita por Enrique Krauze. Creo que eso completa todo el cuadro: mi única compañía en esa sala vacía es un frío pedazo de aluminio y plástico que vomita por su micropantalla historias de criollos muertos de hace dos siglos.
Empieza a llegar la gente: dos señoras, un señor y un muchacho, otra pareja, y otra… demonios, esto me empieza a deprimir. ¡Ah, mira! Un solitario. Una solitaria, mejor dicho. Bueno, no eres el único que… suena su teléfono:
- ¿Adivina dónde ando?
- (Probablemente la cosa con voz del otro lado preguntó “¿dónde?”)
- Ando en el cine
- (El sonido que sale del teléfono se interpreta como una interjección de sorpresa)
- Si. Estaba en la calle, me compré mi frapuccino, mis palomitas y me metí al cine.
O sea, que fue totalmente espontáneo. Ahora sí puedes sentirte el loco más loco del cine. Anda, mejor sigue leyendo sobre la vida de Agustín de Iturbide, que está interesantísimo esto de que tomó el poder casi rehuyéndolo, sintiéndose apesadumbrado. Me pregunto si Fox se sintió así alguna vez.
Entonces, se apgan las luces, siguen el anuncio de Coca-Cola y los cortos. Hey, yo vi ese anuncio en una forma más larga en Internet. Bueno, de aquí no se ve bien, mejor pasémonos para atrás, acomodémonos y… oh no.
¿Qué fue eso? Bueno, ya pasó, cálmate. ¡OMG! ¡Saúl Lisazo! ¿Cómo me encontró en este cine?
Me arrancaría los ojos, pero luego no podría ver la película y mi hack al cine sería inútil. Ahora sí, ya... NO JODAS
Ni Mario lo hubiera dicho mejor. Ojalá aplaste con su brinco asesino a Meryl Streep y a su harén de cincuentones. Y de paso, a toda la **** isla por andar bailando y cantando, que para eso no es el cine. El cine es para ver a gente sufrir, para luego verlos caer en un abismo muy profundo y así sentirte mejor. ¿O por qué creen que mataron a la esposa de Michael Corleone, y luego él mató a su hermano? ¿Por dinero? Sí, por el nuestro. Por eso estoy aquí, de hecho. Caray, si no fuera por el título que acaba de pasar, diría por el sonidito de la música que estoy viendo Lost.
Dos horas y media después, ya que vi que H.W. sufrió, que Daniel Plainview le hizo algo a Eli Sunday (Y seguimos con Lost: se parece a Ben pero de los años 10, y del mundo real), que hubo un ruido sobre el petróleo y cosas así (no se las cuento) salgo del cine convencido de que esta sí es una película. Sí, yo pude haber ido al cine sólo, pero ese Daniel fue solo al espectáculo de su vida todo el tiempo. Y el final… Cómo me gustaría hacerle algo así a alguien. Súbitamente me siento mejor. Pero me remuerde la conciencia saber que por toda la eternidad recordaré este día como en el que vi los peores cortos de toda mi vida, y que sólo por eso voy a escribir sobre mi ida al cine. Los dejo con el trauma de los gusanos de guinea, los estereotipos al por mayor, y la isla que los gatos no pudieron conquistar. Espero que haya sangre por haber permitido que esas cosas salieran del estudio. Y más con “Ladrón que roba a ladrón”. Nombre más que apto para una calca de un refrito. Que no es que esté en contra del cine latino. Es simplemente que con esas mugres, nunca vamos a progresar, señores. ¿O apoco para eso nuestros héroes nos dieron patria? (Krauze seguirá en mi mente unos meses más, así que tendrán que aguantar mis desplantes nacionalistas)
1 comentario:
Muero por ver Mamma Mia!. Y es en serio.
Por cierto, chingón ese jueguito de ser pedante en el cine. Yo soy algo así... creo.
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