Se dice que los discos de acetato, por ser una reproducción más directa del sonodo, son mucho mejores que los CD's. Entonces ¿se habrá perdido algo del feeling musical?
Con el advenimiento de los reproductores MP3 de 80 GB, me pregunto ¿de qué se llenarán en el futuro? Posiblemente, se podrá conseguir un hipercubo infinitamente pequeño, que pueda almacenar terabytes de información. Entonces la compresión será una trivialidad, con espacio virtual para dar y repartir; una compensación etérea por los apretujados espacios de las megaciudades del futuro. El ruido de la calle será un recuerdo, puesto que todo mundo podrá andar por allí con su propio soundtrack. Tal vez la música deje de ser algo de sonidos y letras, para convertirse en un componente simbiótico de la vida cotidiana. Incluso, con un pequeño chip en el cerebro, podríamos hacer esa idea posible. Imagina llegar a Las Vegas y que en un servidor escondido en alguna parte de The Strip, se acceda a la memoria del visitante para poder conocer su gusto musical, y así, poder hacer que tenga una agradable experiencia, por ejemplo, yendo en un autobús de turistas por la noche de neón, y éste vaya escuchando, por ejemplo, “Speed Of Life” de David Bowie. Como cada persona escucharía algo diferente, visitar la ciudad del pecado sería una verdadera experiencia única para cada persona.
También me pregunto cómo será la música. A mí me encanta escuchar buena música, pero parece que ésta se encuentra encapsulada en los cada vez más inútiles CD’s. En la radio, o en los reproductores, lo que suena es el plástico. Aunque no todo es basura. Alguna de esa música es hip-hop, pero eso se cocina aparte. Personalmente no me gustan los ritmos ni las letras que le ponen a ese engendro denominado reggeaton, pero no puedo obligar a la gente a que escuche otra cosa. Aparte de que nadie está leyendo esto, no sería justo.
En fin, como iba diciendo, tal vez el plástico del futuro sea ejecutado, o incluso escrito, por máquinas. Si hacer una canción efectiva es tan fácil, ¿por qué no mejor ponen a un sistema experto para que la componga? El resultado sería perfecto y útil, que es lo que se espera de una computadora. Posiblemente los nuevos ídolos del futuro sean grandes hologramas, como en esa novela de Gibson, “Idoru”. Y quien quisiera ir a cenar con ellos, y luego a… cocinar, podría comprar los archivos de su artista favorito. Si se puede hacer con música, ¿por qué no con hologramas serviciales? Sería muy higiénico.
Pero si, como en la página de The Coming Dark Age, el mundo entrará en decadencia, tal vez la música sea más tribal y directa. Las antiguas obras de los Grandes Maestros, a fuerza de ser copiadas una y otra vez, empezarían a desvanecerse lentamente en el tiempo. Las que sobrevivan, tal vez no sean las mejores, ni las más conocidas. Incluso, ni siquiera podrían ser las mismas: en el devenir de las eras, por ser adaptadas a instrumentos cada vez más extraños que no alcanzamos a distinguir todavía, queden transfiguradas en otra cosa totalmente diferente. La inmortalidad de los fantasmas se habrá perdido, pero quedará la enseñanza, y la nueva vida. Perdonen esta última línea, pero estoy oyendo “Mogwai Fear Satan”, de Mogwai, y es casi hipnótica. Y Speed Of Life también lo es pero está mucho más corta. Consíganse las dos.