Eso va a doler mañana...
Hoy, en la escuela, alcancé a oír las notas de una canción especial. Se trataba de “Puto”, de Molotov. Cada vez que la escucho me inunda la nostalgia, se me llenan los ojos de lágrimas al recordar las kermeses de la primaria en las que un discomóvil barato programaba la susodicha canción entre otras tantas composiciones vacías y sin alma, y la expresión de todo mundo: expectante, riéndose antes de tiempo, listos para el momento supremo en que aquella palabra venida de un pasado antiguo e inmemorial, oída y recordada por su cáustica connotación. Aquella palabra que como llave mágica, nos abriría las puertas del maravilloso e ignoto reino de la pubertad – adolescencia. Eran aquellos prados inexplorados, que todos imaginábamos peligrosos y sugestivos, un lugar en donde se podía brincotear en el slam por la eternidad. Para algunos, sus sueños se volvieron realidad, y hoy, están renuentes a salir de ellos. Para otros (como yo), aquella tierra de emociones sin límite se volvió inalcanzable. Muchos están en un punto intermedio. Desde aquí, a varios años de distancia, aquellas palabras pronunciadas a media voz entonces, y a todo pulmón ahora, me parecen simples y vacías. Acaso de tanto oírlas han perdido su sustancia. Pero no puedo dejar de ver con respeto y admiración a todos aquellos que, victoriosos, cruzaron las puertas y ahora, se encaminan a nuevas latitudes. Este post va dedicado con cariño a todos aquellas personas que hemos conocido a lo largo de nuestra vida, y que, irremediablemente, hemos perdido de vista, muchas veces para siempre. A todos ellos un saludo.
1 comentario:
Puto, el que no brinque y que no salte.
Puto, el que no heche su desmadre.
Publicar un comentario