Pero, dime, ¿quién te ha hecho esto?
Cuando veo en la televisión un anuncio de desodorante que es mejor que el programa que le sigue (A las pruebas me remito: “La ciudad de los dobles” vs. “La verdad oculta”), sé que algo en este mundo está mal, o por lo menos está cambiando. Creo que las personas están siendo adoctrinadas desde algún castillo en New York, oculto en los túneles del metro o en lo alto de un rascacielos, o si no, desde un bunker secreto en alguna montaña o geo-front, para que las personas entiendan menos de razones y de ideas; ya saben, cosas como “parlamentos”, “líneas”, “opiniones”. Eso para que todo el potencial intelectual que cada persona posee sea nublado por imágenes confusas, borrosas y sin contenido. Así, el poder de la imagen, la sensación y la emoción suplantarán el que durante siglos tuvo la contemplación y la mente. ¿Y qué mejor lugar en estos días masificados y encerrados para empezar que la televisión, que ha demostrado ser eficaz tantas otras veces en la ofi-evangelización y el enmascaramiento?
Ahora bien, pronto veremos que algunos tipos de programación desaparecerán, otros avanzarán, y para llenar los huecos intermedios, se crearán nuevos. Los reallity shows, en su forma “real”, como Bailando Por Un Sueño y Laura en América, así como los programas de chismes, que según mi teoría (que luego presentaré), son sus progenitores directos, seguirán al aire. Para el 2062, sin embargo, serán omnipresentes. El morbo de la realidad siempre vende. Otros tipos, como las telenovelas, necesarias en aquellos tiempos para generar artistas, tendrán que modificarse en alguna de estas variantes:
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