Es una historia típica: no haces lo que debieras hacer por que se te olvida. Pero en el fondo hay algo más. No tienes ganas de hacerlas. Son tediosas y repetitivas. Absurdas. ¿Quién las toma en serio? ¿En realidad a alguien le importa que haga mis deberes? De todas formas todavía queda tiempo. Pero no. Hay algo más. No logro concentrarme, es todo. Pero es una forma extraña de distracción. Es como si todo tu cuerpo y tu mente estuvieran en stand – by. Una niebla espesa dificulta que pongas atención. Es como el ruido en una radio: no tiene forma ni sentido, pero hay algo en él que es absolutamente hipnótico. Escuchar atentamente al ruido que hay en la mente es síntoma de locura, o por lo menos de depresión. ¿Pero qué estoy pensando? Todo este discurso sólo por que no se hacen los deberes. En todo caso, es como el rumor que hace una caída de agua en medio del bosque. Es una buena explicación, aunque, ¿qué tal si sólo no sé por dónde empezar? No estoy loco ni nada por el estilo, y todas esas tonterías de ruidos y aguas son cuentos de new agers. Así que sólo debo empezar, y ¿por dónde, mi listo amigo? El camino a la grandeza es estrecho, y esta oculto entre matorrales espinosos, que pocos se atreven a cruzar. No es problema, dices, pues tengo un machete, así que venga. Pero sigues en tu sala, sentado, mientras el tiempo se te escurre. ¿Qué es entonces, si tienes todo lo que necesitas? Ya lo sé, lo veo en tus ojos. Es miedo a fracasar. Que infantil. Pues, ¿cómo puedes fallar en algo que ni siquiera has empezado? No seas tonto y ponte a escribir.
Aquí está mi disculpa por no escribir diario, pero oigan, no soy una máquina.
Aquí está mi disculpa por no escribir diario, pero oigan, no soy una máquina.
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